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jueves, junio 28, 2007

De mi felicidad con Hacienda (o zapatero a tus zapatos) (o tengo una amiga ONG)

Hoy estoy muy contenta. Ayer me sacó un amigo a dar un paseo, y vi el mar, y a Colón, y terrazas, y mil millones de guiris rojos como cangrejos pagando locuras por paellas. Y mucha arena, y músicos callejeros, y estatuas humanas, y kioscos de souvenirs. Estas cosas me reconcilian con la vida…
Y hoy he llegado a la oficina, y cuando he hecho mis chequeos personales (abrir mail-no-curro, abrir estado de cuentas bancarias…), he visto con agrado que Hacienda me había devuelto la pasta. Uy uy uy. Tantas cosas buenas seguidas no son posibles. (Cruzo los dedos para que no me cambien de sitio… los rezos parece que van dando resultado y no jugamos tanto a las sillas).
Volvamos a Hacienda, que al fin y al cabo, es el tema central de este post. (Nótese que Hacienda va siempre con mayúsculas… Respeto. Miedito)
Mi relación con las retenciones, declaraciones y demás asuntos que haya que aclarar con los impuestos se puede definir en una palabra: felicidad. Esto se debe a dos razones principalmente:
1. Aplico la filosofía de “zapatero a tus zapatos” siempre que me es posible.
2. Tengo una amiga que es una ONG.
(Y, obviamente, querido lector, de aquí viene el curioso título del post).
La filosofía de zapatero a tus zapatos hace la vida más sencilla y cómoda a todo el que la aplica. Se basa en “hago lo que sé. Lo que no sé, lo hace alguien que sabe”. Es una filosofía básicamente americana, y no les ha ido mal del todo (ojito, que esto es como todo. Llevado al extremo… nos encontramos a Bush de presidente!). Pongamos un ejemplo práctico. Digamos que soy experta en hacer donuts. Hago los mejores donuts del mundo mundial. Con azúcar glaseado y todo. Bueno, pues resulta que para vender mis donuts, necesito bolsas de plástico en las que meterlos. Y entonces, ¿Qué hago? ¿Construyo una fábrica de plásticos? ¿Me hago de ecologista y construyo una fábrica de bolsas de papel? ¿Dejo de hacer donuts y me dedico a la cría del caracol? ¡No! Le compro las bolsas a un vendedor de bolsas. Obvio. (Me estoy percatando de que esta es la filosofía de esta nuestra empresa… ¿Me estaré corporativizando demasiado? ¿Es posible corporativizarse más de lo que ya estoy? El descorporativizador que me descorporativice, buen descorporativizador será. Juas!).
Bueno, pues lo que aplico a las bolsas de donuts, lo intento aplicar a mi vida general.
· El chico del supermercado sube las cajas de leche mejor que yo hasta mi casa: zapatero a tus zapatos.
· La tintorería lava los trajes en seco mejor que yo: zapatero a tus zapatos.
· Cualquier persona en el mundo conduce un coche mejor que yo: zapatero a tus zapatos.
Esta gran filosofía, por supuesto, tiene un pequeño inconveniente: hay que tener dinero para aplicarla. Por ejemplo:
· Muchas personas planchan mejor que yo: pues me aguanto y plancho mi ropa, porque no pago a nadie que me planche. (Menos los trajes. Pero es que con el lavado en seco tengo un problema grave de infraestructura: Mi lavadora no sabe lavar en seco, sólo sabe lavar en mojado…).
Por supuesto, todos los inconvenientes (o issues) tienen algún tipo de solución (o workaround) (De vuelta. Repite conmigo: el descorporativizador…).
Esta solución puede ser:
· Currar más horas para tener más pasta (Que no es posible)
· Tener un amigo ONG experto (claramente mi opción)
Mi amiga ONG experta cuenta con toda mi confianza en cuanto a Hacienda se refiere. Y, analicemos. Esta confianza es enorme. Que Hacienda = Dinerito. Y con el dinerito todos somos un poco catalanes.
Cuando llega el momento de hacer cuentas de impuestos con el estado, yo llamo a mi amiga y pregunto “¿Qué necesitas?” Y ella me da una lista. Yo se lo mando… y poco tiempo después, en la cuenta vivienda del piso que no podré pagar, aparecen unos cuantos eurillos más. Y la cuenta vivienda se pone contenta, y yo me pongo contenta, y me sacan de paseo, y me reconcilio con la vida. Fíjate que fácil.
Cuando mi amiga ONG tiene un inconveniente que yo puedo solucionar, me dice “¿Qué necesitas?” yo le doy una lista… y no, esto aquí no funciona. Es que los problemas informáticos los arreglamos por teléfono, acordándonos de Bill Gates y deseando lo mejor para su familia.
Así que, contando que me gusta pagar impuestos (pequeños pedazos de carretera del estado español los he pagado yo, con el sudor de mi frente y los callos de mis dedos…), que aplico la filosofía del zapatero a mis declaraciones, (porque no sé ni deletrear IRPF), y tengo una amiga ONG, mi relación con Hacienda es fructífera. Y yo puedo pasear feliz al lado de la playa.
Y por si a alguien aún no le ha quedado claro, este es un post homenaje a mi amiga ONG, de “asesores sin fronteras”, que además de echarme una mano con la declaración, se va conmigo de cenas, copas y vacaciones, y habla conmigo horas y horas por teléfono, y que está en las duras, y en las maduras, dispuesta a compartir medio litro de helado Häagen Dazs de sabor “stawberry cheesecake” cuando y donde sea requerido. Y que, además, suele ser la que se preocupa de mi corporativismo enfermizo. Mi descorporativizadora personal.

martes, junio 26, 2007

La problemática del cerdo en los menús del día


Este post es un “lo prometido es deuda”. Muchos habéis pedido una explicación de mi mención a esta materia… ¡sorprendente cuando menos! Ojo, sorprende que pidáis explicación, no el tema propiamente dicho. Considero la problemática del cerdo en los menús del día como un argumento de rabiosa actualidad. Curioso es que aún no lo hayan mencionados los tertulianos de la radio y la tele (Creo que “el tomate” está pensando en hacer un especial sobre el asunto).
Les pongo en antecedentes…
Llegas un día a la oficina, y descubres que el mundo mundial es un compendio de personas de lo más variopinto. Puedes encontrar un australiano adicto al deporte del remo, a un inglés que ha descubierto que lo que realmente le apetece es dejar la pérfida Albión para irse a vivir a Almendralejo, e incluso a españoles que deciden dejar su prometedora carrera de consultoría para irse de peón de albañil a restaurar castillos en Teruel (los tres son casos verídicos). Mis favoritos, de todos modos, son los que no comparten tu religión, y, entre todos ellos, los musulmanes.
Mi primer contacto con el mundo ausente de porcino, fue a través de un hindú la mar de majo.
Encontrábamos a horas intempestivas en la oficina, cuando el pecado de la gula me tentó, y decidí irme a por una bolsa de patatas fritas. Sabor jamón para más señas. Como soy una chica educada, ofrecí mis patatas a mi compi hindú, y él me respondió “no gracias, es que soy vegetariano” (¿Cuánta será la cantidad de jamón en las patatas sabor jamón?). A ciertas horas, uno se pone a hablar con los compañeros de casi cualquier cosa… y a mi se me ocurrió preguntarle al mío que si era vegetariano estricto, o si tomaba leche, y ese tipo de cosas. A lo que me responde que sí, que toma leche, huevos… y pescado, pollo, cordero… Cara de estupor por mi parte. “Pero… tú no eres vegetariano, tú eres musulmán!!!”. Y me dice que sí, pero que es más fácil explicar que es vegetariano a que es musulmán… Y es más fácil de explicar, señoras y señores, no por la cantidad de palabras a usar, o por posibles implicaciones racistas, sino por la problemática del cerdo en los menús del día.
Cuando uno curra lejos de casa, tiene dos opciones: tupperware (o carmanyola como le llaman por estos lares), o menú del día. Mi opción es la segunda. Siempre. (Algún día habrá un post sobre el Ruiz…).
Como no tengo restricciones alimenticias (aparte del plátano), no me preocupan sobremanera los ingredientes de las cosas. Pero, hete aquí que vas a comer con un musulmán. Que no habla castellano.
Lo primero es traducir, que a veces es complicado (¿Cómo le traduces a alguien “callos a la madrileña”???). Lo siguiente, comprobar qué platos no tienen cerdo. (Los callos… ¿tienen cerdo?)
Llegas… primeros platos. Pongamos “garbanzos”. Pues ya tienes que preguntar “¿Con verduras o con de todo?” Con verduras: seguro que tienen también chorizo (cerdo). No vale. Con de todo: de todo del cerdo. Tampoco vale. (No sé ni para qué pregunto. Los garbanzos siempre están fuera.¡ No sé cómo se dice en inglés!) Pongamos “ensalada”. ¿Qué tipo de ensalada? ¿No tendrá taquitos de jamón? (cerdo). ¿O jamón de York? (cer… bueh, lo que sea). “Sopa”. Hecha con huesos de… ¡porcino! Ya no vale. Cuidado con los “macarrones a la bolognesa”, la carne de la salsa de Bolonia es de… ¡cerdo!
Segundos platos. Lomo por descontado que no. Albóndigas ni oler. Chuleta aléjala. Venga, un filete de ternera, que de eso suele haber… en ese momento… ¿Cómo convences tú al mahometano de turno de que lo fríen en una plancha diferente al cerdo??? ¡Pero si usan la misma hasta para el pescado!
Complicado, ¿eh?
La semana pasada fui a un Japonés de plato del día (sí, sí, existen), y el musulmán que compartía la mesa pidió “pizza japonesa”. (Flipa. Primera noticia de que los japoneses tienen pizzas). Cuando llega su plato… La pizza tenía jamón (¿Cuantos cerdos habrá en Japón?). Sin segundo plato. ¡Castigado!
¿A dónde les llevas? ¿Cómo pasas el sofoco de pedir a la cocinera que te explique qué utiliza para hacer las salsas? Es más… ¿Cómo haces para llevarles de tapas? ¿Les embutes a rabas y pinchos de tortilla? ¿Y si invitas a gente a casa? ¿Haces una encuesta inicial consultando alergias, gustos y religión? (debería preparar una Excel).Y eso que hay casos más complicados. Hay quien no come vaca (ternera, cualquier cosa con cuernos…). ¿Cómo le preguntas al metre de un asador vasco si tienen un poquito de pollo a la plancha porque aquí los amigos no comen chuletón? (verídico también). Claro, te echan del restaurante a patadas. Y con razón…
Siempre queda la opción de J, que lo arreglaba todo en las cenas de proyecto. Cuando alguno de los “problemáticos” preguntaba “¿Qué es eso?” señalando al jamón, él contestaba “pollo rojo”. Y nos quedábamos todos tan a gusto.
Por ahora, no he encontrado a nadie que tenga problemas con el pollo…

viernes, junio 22, 2007

Despedirse, no despedirse...

No me gustan las despedidas. Nunca me han gustado.
Me refiero a las despedidas "de verdad", esas en las que no sabes si te vas a volver a ver o no... las que pasan después de haber compartido mil experiencias. Pueden ser despedidas después de muchos años, después de unas semanas, después de pocas horas... de todo hay. Aquí lo que cuenta es la intensidad de la experiencia (no pensemos mal, eh?, esto es en modo amistótico sensible...).
Las lagrimosas despedidas después de los campamentos de verano... todo el mundo prometiendo escribir, "no nos olvidaremos nunca"... (nunca es el final del verano normalmente!).
Las espectaculares despedidas después de un mes estudiando inglés en un país anglosajón... Recuerdo que mis tíos me venían a buscar, y me esperaban acojonados, ligéramente apartados de la marabunta adolescente que intercambiaba besos, abrazos, lloros... más promesas de escritura, de quedar, de pasar a la eternidad. Todos con lo ojos como pelotas de ping pong rojas... Qué tiempos. La primera vez que ví a mi hermano dar los dos besos de rigor de despedida, fue cuando él volvía de uno de esos viajes. Mis padres y yo con la boca abierta hasta el suelo, en el aeropuerto de Santiago de Compostela. Era la primera vez que lo hacía... sin limpiarse ni decir puaj!
-Inciso en este punto: a cierta persona muy importante la conocí en uno de esos viajes. Tengo una foto suya con los ojos como esas pelotas de ping pong que mencionaba antes, que nos hicimos en un fotomatón en el aeropuerto de Dublín. La foto sigue en el corcho de mi cuarto, y las promesas de eternidad se han cumplido, al menos hasta ahora!-
Y las despedidas de la ciudad, mucho más silenciosas, pero más sentidas. Esa gente que compartía el día a día no lo vá a seguir haciendo. Tu casa ya no será tu casa. Tus lugares comunes, conocidos, van a cambiar por otros. Aquí es donde yo lloro más... Cuando me fui de la ciudad del Cid, lloré en el taxi desde la estatua del susodicho hasta renfe. El taxista (qué majo), me llevó la maleta hasta el andén e intentó consolarme. Al abandonar la de San Fermín, llevaba tal llorera en el tren que la señorita de la cafetería me invitó a una tila (muy maja también).
-Ahora que lo pienso... siempre hay un tren de por medio... hum...
Las despedidas de erasmus. Yo sólo tuve una, de mi querido negrito, la mar de desgarradora, sólo pensar en que no iba a verle nunca más me dejaba sin poder hablar de la congoja. No fui capaz ni de salir a las copas de despedida. Dije adiós en la puerta y lloré hasta quedarme dormida...
Las despedidas cuando vienen a verte tus amigos, los de verdad. Mi pudor no existe en las estaciones de autobús, tren, o aeropuertos. Tras un estupendo fin de semana, te pegas la berreada padre cuando te despides...
-mischicos, menos mal que nos vemos cada poco!!!
Y las despedidas de curro.
Había tenido una. Los compis me regalaron un libro de Harry Potter firmado. Aún lo tengo, y sonrio cuando leo las estupendas dedicatorias...
Pasé dos meses allí.
En este proyecto, he pasado más de 3 años.
No quiero despedirme, porque voy a volverles a ver. Me cambio de proyecto, no de empresa!
Pero siento un nosequé queseyó de no ver a toda esta gente por las mañanas, cruzármelos en el café, comentar las mejores jugadas del día...
Los indios se van a ir, y hoy me han hecho las últimas preguntas. Y a esos sí que no creo que les vaya a volver a ver...
Y no me despido. Me niego. Despedirse es como decir "se acabó". Reclamo mi derecho a mantener la esperanza en la eternidad... No voy a decir "adiós", ni "hasta luego", ni "hasta mañana". Voy a irme como si tal cosa, como si el lunes volviera.
Espero que mis compis de oficina no me lo tengan en cuenta como un signo de mala educación... No es eso. Es que yo lloro en las despedidas.
En realidad, no me despido porque no quiero que me veáis llorar.

jueves, junio 21, 2007

El juego de las sillas

Nuevo proyecto, nueva ciudad, nueva oficina, nueva gente...
Parecía que ya tenía todo muy controlado en mi "viejo sitio". Mi vida (o destino, o quizás soy yo!) parece que no permite pasar demasiado tiempo en el mismo lugar, con la misma gente (como en la canción de Maná). La cercanía de la conmemoración de mi 30 natalicio debería haberme dado pistas... Parece que sigo un ciclo de 10 años...
Hemos aterrizado en un sitio con playa... pero de esto ya hablaremos más adelante. Lo que hoy nos ocupa es "el juego de las sillas".
Consiste en lo siguiente: llegas a tu oficina, con el portátil en la mano, y te diriges al sitio que ocupaste el día anterior (tu supuesta silla), y te sientas.
Sacas el portátil, te arrastras por el suelo debajo de las mesas para conectarlo todo, te peleas por una toma de red que funcione con tu vecino, y después de todos estos pasos previos, procedes a comenzar con el trabajo (que ya es hora).
En ese mismo instante, aparece una persona que se acerca a ti, y tú le miras con cara de "te has equivocao, chaval, yo acabo de llegar aquí y no voy a poder responder a nada". Pero se sigue acercando con paso más firme si cabe... y entonces, lo dice: "perdona, pero ese sitio lo tengo yo asignado".
Horror! El juego de las sillas ha comenzado!
Seguro que sabéis cuál es el mítico juego en el que la gente corre alrededor de unas sillas mientras suena la música, y en el momento en el que la música para, se convierte el asunto en un “maricón el último”, y todo el mundo corre a por una silla. Y uno se queda con cara de haba mirando al resto, porque siempre hay una silla que falta…
La frasecita lapidaria supone el fin de la música. La de la cara de haba soy yo.
- “Ah, perdona, que no lo sabía. Es que me dijeron que este sitio era el mío”
- “Pues no, tengo aquí un documento que dice que es mío”
Y lo tiene! Tiene un documento! Tener un documento es… es como tener una bula papal. Y si el del documento encima es del cliente, eso ya es una licencia de corso en toda regla.
- “Ah, pues sí, perdona, ahora quito mis cosas”.
Nuevo arrastramiento para desconectar lo conectado, coges el portátil, cables y demás familias como puedes (con un poco de suerte, ese día no llevas también la maleta), y te diriges al departamento que controla los sitios. Suele estar en una planta distinta… para hacerlo más fácil.
- “Hola, que me han vuelto a echar. ¿Hay algún sitio donde me pueda sentar?”
- “Pues no sé, en cualquier lado que no haya nadie, busca por ahí…”
- “¿Y cuando tendremos sitios oficiales para no tener que movernos?”
(Aquí la respuesta puede variar un poco más)
- “Mañana”
- O “la semana que viene”
Pones tu mejor cara de “sí, sí, claro…” a saber cuándo es mañana... la semana pasada mañana era el miécoles, y esta semana mira dónde estoy. Entonces te vas por la planta a buscar otro sitio libre. Y hacer la misma operación de arrastramiento, pelea con vecino y demás. A eso, ya hemos pasado a incluirle unos rezos de 5 minutos para pedir a la entidad divina que sea (aquí somos la mar de multiculturales, y cada uno llama a lo suyo de una manera distinta… otro día hablaré de la problemática del cerdo en los menús del día españoles…).
El juego se ha llegado a repetir hasta 4 veces en el mismo día. La parte positiva es que ya he pasado por todas las plantas y controlo cuál es la máquina de café que mola, o donde están las salas de formación (sí, amigos, también me he sentado en una sala de formación…).
El juego también tiene sus pequeñas variantes, puede echarte alguien del cliente, alguien de tu empresa con más rango, con menos, alguien externo… También pueden echarte mientras estás en tu sitio, o cuando no estás, y encuentras tus cosas aparcadas en alguna esquina... menos el portátil, que lo has candado a la mesa como declaración de principos de ocupación (Un portátil candado a la mesa es lo que una bandera es a la luna...) Un festival de risas y humor, vaya.
Ahora mismo estoy sentada en la cuarta planta, al lado de la sala que usan para comer.
¿Quién sabe qué pasará mañana? Me han dicho que hoy no me echan…
Ya he hecho la parte del arrastramiento.
Empecemos, pues… “Padre nuestro…”

miércoles, junio 20, 2007

Buenos dias egun on nos dice el señor

Tengo mono de messenger, en la nueva oficina también tienen capado youtube... así que necesito una válvula de escape en la red, o reviento.
Los foros frikis no me consuelan...
Así que me he puesto manos a la obra. He recuperado mi antiguo Blog, he borrado lo que había (siempre me ha gustado comenzar los cuadernos con una página en blanco...), y me propongo ser "constante" y publicar a menudo. (Escribir 1000 veces "actualizaré mi blog"... sin usar copy+paste!)
No sabía qué escribir como primer post, quería hacerlo bien... y me he plagiado a mí misma y he cogido una descripción de mi misma mismidad que tenía por ahí... Creo que no es mal comienzo. Veremos qué se me ocurre escribir mañana.
El título de la entrada es mi saludo típico.
Y, por ahora, esta soy yo:
Soy una “single” de libro. Estoy contenta con mi vida, no tengo pareja estable, trabajo normalmente más de 10 horas al día e invierto mi dinero en ahorros para una cuenta vivienda de un piso que no podré pagar, y en viajes, y cenas.
Ahora mismo estoy “en medio de la crisis de los 30”. Es una crisis muy divertida, en la que me siento desconsolada y feliz al mismo tiempo por no tener pareja, veo películas basadas en novelas de Jane Austen sin parar, y todos los hombres del mundo mundial me parecen guapísimos... estoy encantada con mi crisis! Creo que la voy a alargar hasta los cuarenta. Puedo hacer cosas ñoñas sin avergonzarme, je!
Cuando salgo de copas bebo Ginebra con limón (qué British, eh?), odio los calamares en su tinta, leo compulsivamente, prefiero la carne al pescado, una cena con amigos a una juerga loca, y ver las películas en versión original con subtítulos. No tengo coche, soy fan de Harry Potter, colecciono bolas de nieve (que son el recuerdo más hortera que se puede tener de un sitio), no me gusta ir a comprar ropa, desayuno un yogur natural, me gusta oir la radio, soy excesivamente responsable en algunas ocasiones, y tengo un sentido del humor bastante peculiar e irónico. Básicamente creo que todo esto me define... No está mal, verdad?