Hoy estoy muy contenta. Ayer me sacó un amigo a dar un paseo, y vi el mar, y a Colón, y terrazas, y mil millones de guiris rojos como cangrejos pagando locuras por paellas. Y mucha arena, y músicos callejeros, y estatuas humanas, y kioscos de souvenirs. Estas cosas me reconcilian con la vida…
Y hoy he llegado a la oficina, y cuando he hecho mis chequeos personales (abrir mail-no-curro, abrir estado de cuentas bancarias…), he visto con agrado que Hacienda me había devuelto la pasta. Uy uy uy. Tantas cosas buenas seguidas no son posibles. (Cruzo los dedos para que no me cambien de sitio… los rezos parece que van dando resultado y no jugamos tanto a las sillas).
Volvamos a Hacienda, que al fin y al cabo, es el tema central de este post. (Nótese que Hacienda va siempre con mayúsculas… Respeto. Miedito)
Mi relación con las retenciones, declaraciones y demás asuntos que haya que aclarar con los impuestos se puede definir en una palabra: felicidad. Esto se debe a dos razones principalmente:
1. Aplico la filosofía de “zapatero a tus zapatos” siempre que me es posible.
2. Tengo una amiga que es una ONG.
(Y, obviamente, querido lector, de aquí viene el curioso título del post).
La filosofía de zapatero a tus zapatos hace la vida más sencilla y cómoda a todo el que la aplica. Se basa en “hago lo que sé. Lo que no sé, lo hace alguien que sabe”. Es una filosofía básicamente americana, y no les ha ido mal del todo (ojito, que esto es como todo. Llevado al extremo… nos encontramos a Bush de presidente!). Pongamos un ejemplo práctico. Digamos que soy experta en hacer donuts. Hago los mejores donuts del mundo mundial. Con azúcar glaseado y todo. Bueno, pues resulta que para vender mis donuts, necesito bolsas de plástico en las que meterlos. Y entonces, ¿Qué hago? ¿Construyo una fábrica de plásticos? ¿Me hago de ecologista y construyo una fábrica de bolsas de papel? ¿Dejo de hacer donuts y me dedico a la cría del caracol? ¡No! Le compro las bolsas a un vendedor de bolsas. Obvio. (Me estoy percatando de que esta es la filosofía de esta nuestra empresa… ¿Me estaré corporativizando demasiado? ¿Es posible corporativizarse más de lo que ya estoy? El descorporativizador que me descorporativice, buen descorporativizador será. Juas!).
Bueno, pues lo que aplico a las bolsas de donuts, lo intento aplicar a mi vida general.
· El chico del supermercado sube las cajas de leche mejor que yo hasta mi casa: zapatero a tus zapatos.
· La tintorería lava los trajes en seco mejor que yo: zapatero a tus zapatos.
· Cualquier persona en el mundo conduce un coche mejor que yo: zapatero a tus zapatos.
Esta gran filosofía, por supuesto, tiene un pequeño inconveniente: hay que tener dinero para aplicarla. Por ejemplo:
· Muchas personas planchan mejor que yo: pues me aguanto y plancho mi ropa, porque no pago a nadie que me planche. (Menos los trajes. Pero es que con el lavado en seco tengo un problema grave de infraestructura: Mi lavadora no sabe lavar en seco, sólo sabe lavar en mojado…).
Por supuesto, todos los inconvenientes (o issues) tienen algún tipo de solución (o workaround) (De vuelta. Repite conmigo: el descorporativizador…).
Esta solución puede ser:
· Currar más horas para tener más pasta (Que no es posible)
· Tener un amigo ONG experto (claramente mi opción)
Mi amiga ONG experta cuenta con toda mi confianza en cuanto a Hacienda se refiere. Y, analicemos. Esta confianza es enorme. Que Hacienda = Dinerito. Y con el dinerito todos somos un poco catalanes.
Cuando llega el momento de hacer cuentas de impuestos con el estado, yo llamo a mi amiga y pregunto “¿Qué necesitas?” Y ella me da una lista. Yo se lo mando… y poco tiempo después, en la cuenta vivienda del piso que no podré pagar, aparecen unos cuantos eurillos más. Y la cuenta vivienda se pone contenta, y yo me pongo contenta, y me sacan de paseo, y me reconcilio con la vida. Fíjate que fácil.
Cuando mi amiga ONG tiene un inconveniente que yo puedo solucionar, me dice “¿Qué necesitas?” yo le doy una lista… y no, esto aquí no funciona. Es que los problemas informáticos los arreglamos por teléfono, acordándonos de Bill Gates y deseando lo mejor para su familia.
Así que, contando que me gusta pagar impuestos (pequeños pedazos de carretera del estado español los he pagado yo, con el sudor de mi frente y los callos de mis dedos…), que aplico la filosofía del zapatero a mis declaraciones, (porque no sé ni deletrear IRPF), y tengo una amiga ONG, mi relación con Hacienda es fructífera. Y yo puedo pasear feliz al lado de la playa.
Y por si a alguien aún no le ha quedado claro, este es un post homenaje a mi amiga ONG, de “asesores sin fronteras”, que además de echarme una mano con la declaración, se va conmigo de cenas, copas y vacaciones, y habla conmigo horas y horas por teléfono, y que está en las duras, y en las maduras, dispuesta a compartir medio litro de helado Häagen Dazs de sabor “stawberry cheesecake” cuando y donde sea requerido. Y que, además, suele ser la que se preocupa de mi corporativismo enfermizo. Mi descorporativizadora personal.
PRESENTACIÓN Y CUENTACUENTOS
Hace 16 horas