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martes, noviembre 27, 2007

Churri


Como comentaba en “el incidente de la niebla”, hay ciertos apelativos cariñosos, que más que despertar cariño, despierta ansias de homicidio.
Una bonita manera que tenemos el común de los mortales de referirnos a la gente cercana a la que queremos es con bonitos apelativos cariñosos. Seguro que tienes un apelativo cariñoso por el que tu mami te llama, o ese estúpido apodo que se te quedó de por vida en tu casa porque tu hermanito pequeño (que ahora mide dos metros) no sabía pronunciar tu nombre y se le ocurrió que “Bubi” era como se te podía llamar…
Reconozco que en eso he tenido bastante suerte. Como mi nombre es un poquito complicado, cuesta tanto aprendérselo que nadie busca un mote. Ya se han agotado suficientes neuronas… Por supuesto, en casa de mis padres me llaman de una forma bochornosa, que no pienso confesar, pero se lo permito porque son mis padres, y no tengo recambio para ellos…
Yo no suelo buscar motes a la gente. Si te llamas “Ana”, pues te llamas “Ana” y ya está. Mantengamos la coherencia y sincronía con el DNI!.
De todos modos, hay gente que viene ya con el mote dado. Tengo amigos a los que conocí por el apodo, y que luego no hay manera de que me acuerde del nombre “real”, y eso a la hora de presentárselos a otra gente es una faena monumental… aunque es bastante peor cuando les llamas a casa! En esta era del móvil, casi siempre llamas por teléfono a la persona, y como ya sabes que va a coger él o ella el teléfono, pues simplemente dices “hola”, o en el caso de algún amiguete mío, “qué pasa, puta”. Pero… ¿qué pasa cuando llamas a su casa? Primero, si coge su madre, la opción de mi amiguete no es válida, que seguro que la señora no se lo toma con el humor requerido. Segundo, tienes que preguntar el mítico “¿está zutanito?”. Pero resulta que a zutanito tú le conoces como “coco”, que coincide, oh sorpresa, con su apellido, que comparten él, su padre, y sus cinco hermanos. Y entonces te pones a pensar desaforadamente “cómo se llamaba éste, cómo se llamaba!!!!”… y acabas por darte por vencida, y confías en que su madre se acuerde de ti, ya que conoces a su hijo desde hace mil años, y dices “soy tal”. Y como mi nombre es complicado y no demasiado común, normalmente sólo conocen a una, y la madre te responde “hola!, ahora le digo a zutanito que se ponga!” Y respiras aliviada… “uf! Prueba superada!”.
Y hay algo curioso. A estos amigos con motes, sus novias o mujeres les llaman por el nombre “de DNI”. Que no sé yo muy bien por qué… a veces pienso que es porque se acostumbraron a llamarles mucho a su casa, pero ¡vete tú a saber!
Y, ahora que lo pienso, no tengo amigas con “mote”. Como mucho con el mítico cariñosote (aquí la ONG tiene uno, y ella otro para mi), o diminutivos del nombre… pero poco más. Curioso, ¿no?
Pero, a lo que íbamos al principio. Los apelativos amorosos de la muerte.
Son muchas las parejas las que se llaman por un pequeño mote que se han puesto el uno al otro en un momento de efusividad y amor exacerbado. Todos conocemos los míticos “pitufo”, “peque”, “cuchi”, y otros más peregrinos como “pulguita”, “palomita”, “león”, “oso”… y todos ellos son tomados de casos reales, así que no penséis que tengo tanta imaginación. No pasa nada. Puedo soportarlo. Yo misma los uso en la intimidad. Recalquemos esto último: INTIMIDAD. Esto es: cuando las dos personas están solas, o, como mucho, hablando por teléfono la una con la otra y no hay nadie alrededor. Es enternecedor que te llamen “cordera” en la intimidad, pero pierde la gracia y la ternura en el momento en el que lo pronuncian delante de otra gente, y te miran con cachondeo, y tienes coñas durante dos semanas. Es precioso que te llamen “mi supermán” cuando estás a solas con tu chica, y te sientes macho. Pero probemos a que te lo llamen en medio del bar de siempre, a donde vas a tomar las cañas, o a jugar la partida, delante de todos tus amigos y tres obreros de la construcción que se han ido a tomar unos zuritos. Te digo yo hasta dónde llegan las carcajadas…
En ciertos momentos he tenido como “pareja” a individuos de nombres curiosos. Si tu “cariño” particular se llama, pongamos, Wenceslao, le coges cariño al nombre, pero reconozcamos todos que suena un poco… ¡peculiar! Así que en lugar de Wenceslao, seguramente le empiezas a llamar “pichurri” en la intimidad. Y entonces, es cuando hay que poner un cuidado extremo en cuándo utilizar el diminutivo, y cuando el nombre. No se te vaya a escapar en medio de las copas que te estás tomando con todos sus amigos “machos” para conocerles, y de repente, el pobre Wenceslao, que bastante mal lo ha pasado durante su infancia y adolescencia para sobrevivir con un nombre original, te mira con odio, porque el “pichurri” va a traer cola al menos durante un par de meses. Y si sus amigos son un poco cabroncetes, para lo que queda de vida. Eso es una causa clara de divorcio. Si no, ¡que se lo pregunten a Wenceslao!
Aprovecho el tema, ahora que muchos de mis amigos están decididos a perpetuar la especie, para romper una lanza a favor de los pobres niños que van a nacer… No seáis mamones, y si la ilusión de vuestra vida es ponerle un nombre “curioso” al niño o niña, escoged otro también y ponerle dos, uno original y uno normal. Para que la pobre criatura pueda elegir. Que mira a la hija de Ágata Ruiz de la Prada. Traumatizada de por vida.