Hay algunos días a los que he empezado a denominar “día de granja de pollos”.
Voy a describir uno cualquiera, para que os hagáis a la idea de a qué me refiero, y terminéis diciendo “sí señor, ese es exactamente el nombre de esos días”.
Voy a describir uno cualquiera, para que os hagáis a la idea de a qué me refiero, y terminéis diciendo “sí señor, ese es exactamente el nombre de esos días”.
Suena el despertador a eso de las 7 de la mañana. “Un ratito más, mami”. Y apagas el despertador que invariablemente sigue sonando cada 5 minutos durante la siguiente media hora. Encuentro muy placentero el hecho de apagar el despertador y dar media vuelta en la cama… por eso lo pongo media hora antes de tiempo. Además, así no me despierto con tanta mala leche como es habitual en mí. Va para la lista de rarezas.
A las 7.30 decides que si hay que ducharse, va a haber que levantarse ya. Pereza infinita (como diría Sa). Abres primero un ojo, luego otro. Un pie en el suelo, luego otro. Te arrastras hasta el baño. Te asustas de tu imagen en el espejo. Duchita, te vistes, bla bla bla. Te tomas un kiwi y un café si estás en un hotel, un actimel si estás en casa. Sales hacia el curro.
5 minutos antes de llegar a la oficina, recibes la primera llamada. Reunión urgentísima. No puedes ni pasar por tu sitio y encender el ordenador. Llegas a la sala. La reunión es para discutir un mail que alguien mandó esa misma madrugada a eso de las 2 a.m. ¡Cara de estupor! Yo a las dos estaba en el tercer sueño por lo menos. Te disculpas por no haberlo leído todavía. Alguien te pasa una copia impresa (aquí sólo se lo ha leído el que lo mandó)… Comienza la discusión.
Dos horas más tarde, y tras tres llamadas urgentísimas durante la otra reunión, te diriges a tu sitio, a ver si te da tiempo a encender el ordenador y dejar la americana. Alguien te para en la puerta del ascensor. “Te estábamos buscando, ¿puedes venir?”. Respuesta en voz alta: “Sí, claro”. Respuesta para uno mismo: “alsdkjaqeiefwklfsklskjldfsilsfsl”.
Una hora más tarde, y después de haberte disculpado con la gente con la que tenías otra reunión urgentísima a la misma hora, y que te ha avisado por teléfono porque la han convocado esa misma mañana (recordemos que aún no he pisado mi sitio…), te arrastras a tu mesa y te haces pequeñito para ver si al menos te da tiempo a revisar los correos que te han llegado.
Veamos, si ayer me fui de este antro a las 10 de la noche… ¡Cómo es posible tener 50 correos sin leer a las 12 de la mañana!!!
Vas a empezar a aceptar convocatorias de reuniones, cuando uno de tus chicos viene a ver si te revisaste ya el documento que te mandó hace dos horas. “Pues todavía no… lo miro cuando tenga un ratito y te aviso, ¿vale?”.
Otra llamada. Rechazas dos de las tres reuniones que han aparecido como setas en tu agenda. Vas a la tercera, que no te puedes librar de ella. Pájaros y flores durante una hora y pico. La sensación de pérdida de tiempo es brutal ya.
Comida: con un poco de suerte, te da tiempo a algo más consistente que un bocata. Paras un poco y comienzas a pensar… y llega la granja de pollos. Se define como sigue:
“¿Dan las granjas de pollos para vivir con dignidad?”
Es decir, mando a toda esta gente a jugar a pala, me piro al pueblo a las montañas (no tan altas como las de Heidi, pero mucho más bonitas), me compro 20 pollos y a producir huevos de gallinas felices, y carne de la de verdad, cotizadísima en el mercado. Y cuando quiera discutir, lo hago con mis pollos, que con sus “co co co” dan respuestas la mar de interesantes. Y el día que quiera un poco de emoción en mi vida, cambio de distribuidor de pienso y me hago una tortilla de patatas…
Tras la comida, siguen las reuniones y las llamadas. Ya respondes con mala leche. Aprendes como se dice “a jugar a pala” en ingles (“To playing to spade”, jur jur jur!). Uno de tus chicos se ha llevado un broncón de tu parte por llevarte la contraria y te sientes fatal. Como haya otra reunión sobre pájaros y flores vas a empezar a chillar…
Y piensas en los pollos. Tan felices. En recoger huevos una vez al día. En la emoción de los huevos de dos yemas… Definitivamente, tiene que dar para vivir con dignidad. Y si no da, pido a la puerta de la iglesia, que por ahora no tenemos pobre oficial en el pueblo. Lo que sea porque no vuelva a sonar el teléfono.
19.00. Hora oficial de salida. Por fin llegas a tu sitio. La cantidad de correos que han llegado es inefable (ya mencioné lo de la RAE ¿no es cierto??).
A las 20.30 has respondido a los correos urgentísimos. Y estás agotado. Y de mala leche. Pensando en pollos sin parar… ¿De qué color pintaré la verja? ¿Pondrán mis gallinas huevos blancos o morenos?
Pero, amigos, siempre queda la esperanza…
Alguna que otra alma que ha sufrido un día de granja de pollos decide irse contigo a ahogar las penas en alcohol. Hoy voy a cenar… de primero, vino blanco. De segundo, vino tinto. De postre, un copazo.
Y acabas con otros tres, en un bar-restaurante la mar de “cool” donde ponen música de jazz, mirando una carta de pasta, ensaladas y bocadillos. Cuando se acerca el camarero a ver qué queremos beber, decidimos que tres havana 7 con cola y una ginebra con limón es lo más adecuado para acompañar tanto la pasta al pesto, como el bocata de jamón.
Y resulta que el camarero es un apasionado de la ginebra. Y te encuentras probando una ginebra de color azul de verdad. La mar de rica, por cierto.
Después de la segunda copa, ya se siente con ánimos como para proponer el último grito en ginebra: gin tonic con pepino. Y la pruebas. Y descubres que está rica. Y claro, pides otra más.
Y llegas al hotel a eso de las 2 de la mañana (seguro que alguien está mandando un mail en estos momentos…), con una chispita increíble, haciendo una reconciliación con la vida basada en la ginebra, y pensando en cada uno de los nombres que vas a poner a cada una de tus gallinas. Por supuesto, has decidido que nada de carne. Vendes huevos y que se mueran de viejas… que disfruten de una vida gallinil plena.
Y si le da a uno un ramalazo de meterse en berenjenales, y pretende dejar los pollos para dedicarse a algo más emocionante, hay que tomarse dos ginebras con pepino y decidir que el cultivo del champiñón es lo más adecuado que se puede hacer para conseguir sensaciones nuevas…