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miércoles, mayo 05, 2010

La mala educación (Unas risas de miércoles)

Me encanta el “tema bodas”…

Es como el “tema viajes”. Perfecto para sacarlo en cenas y echarse unas risas. También es bueno como inspiración para los blogs… a los hechos me remito :)

En algunas ocasiones, hasta se unen, y los viajes hacia las bodas dan para un post (o más).

Ya he comentado la gracia de los sobres. Todos los que me conocéis sabéis mi opinión sobre el “blanca y radiante va la novia”
(Digna de mención fue la boda de un familiar, que después de jurar y perjurar durante toda su juventud que nunca se casaría (a pesar de tener pareja y piso), decide, tras 5 años de convivencia, organizar un bodorrio por todo lo alto, por la iglesia, y, por supuesto, de blanco… Es obvio que no pude asistir. Creo que me tocaba lavarme el pelo (o algo) precisamente ese fin de semana…)
(Y voy a destacar el caso de aquella amiga de la infancia, que me llama para invitarme a su bodorrio, a la que contesté “fantástico, ¿con quién te casas?”. Debo decir, en mi defensa, que no sabía nada de su vida desde hacía cinco años. Y con nada me refiero a NADA)
.

Total, que hoy charlando con un amiguete, me cuenta una historia grandiosa, digna de entrar en los anales de este nuestro blog.

Pongo en antecedentes.
Nuestro amigo (llamémosle Luis) conoce a un chico (llamémosle Paco) en el trabajo. Congenian bastante pronto, y Luis decide invitar a Paco a que conozca a sus amigos. Paco pasa a formar parte de la cuadrilla de Luis.
Por cosas que no vienen al caso, Paco pierde el contacto con la cuadrilla de Luis, y pasa de la categoría de “amigo” a la de “examigo”.
Hará cosa de dos años Paco tiene un accidente. Supongo que en medio de una transformación trascendental decide recuperar el contacto con su excuadrilla. El hecho es que empieza a llamar de nuevo, y a quedar de vez en cuando.
Como yo no soy la única salvadora de las causas perdidas, parte de la cuadrilla le acoge como al hijo pródigo (bueno, con menos entusiasmo pero con bastante corrección). Otra parte (Luis incluido), simplemente pasa. Ni le llaman, ni se quejan de que vaya.
Hará cosa de un año, Paco y su novia deciden casarse. En medio año, empiezan a repartir invitaciones a tan magno evento. Invitan a parte de la cuadrilla (que no a toda). Pero, por supuesto, todos se enteran de que Paco se casa. Luis está en el grupo de los no invitados.
Hasta aquí, todo correcto. Todos felices, todos bien.

El viernes pasado, Luis recibe una llamada de, llamémosle Juan, para decirle que al día siguiente celebran la despedida de soltero de Paco. A ver si se quiere apuntar.
Luis responde que gracias, pero que, contando con que tiene otros planes, y además no está invitado a la boda, no va a ir. Todo sigue adecuadamente su evolución.

Este martes, Luis recibe un email de Paco que dice lo siguiente:
“Tío, pásame tu dirección que te envío la invitación para la boda” (Sic. Ni más ni menos)

Luis flipa. Recibir una invitación, después de tanto tiempo, cuando queda tan poco para la boda… Un tanto extraño sí que es. Piensa en no responder, pero su novia le convence para que, al menos, conteste con un “gracias pero no”.

Y Luis contesta, en un estilo lacónico, acorde con la petición recibida:
“Paco, muchas gracias, pero no voy a poder ir”.
Y da la conversación por finalizada…


Pero ahí estaba Paco para responder:
“Como veas pero decir que no puedes, ni siquiera esperando a que te de la invitación me parece de mala educación, creo que ni te he dicho el día. Si me equivoco pido disculpas.”



Y es en este punto cuando yo me parto de risa, y propongo una respuesta.
Amigos lectores, léanla y díganme su opinión:

"Estimado Paco:
Lo primero de todo, disculpas aceptadas.
Sobre tu mención a mi educación, paso a aclararte los motivos que han desencadenado mi respuesta.
Me parece sorprendente cuanto menos (por no decir lamentable), que decidas enviarme una invitación seis meses después de haber comunicado el evento al resto de asistentes, amigos comunes nuestros.
Dada, por un lado, la demora, y, por otro, el hecho de que me haya enviado un mail en lugar de llamarme por teléfono, o, mejor aún, decírmelo en persona (alguna de las múltiples veces que nos hemos visto), infiero que tu interés en que vaya se puede deber a dos motivos:
a) te sientes culpable por haber invitado a casi todos nuestros amigos y a mí no
b) alguien ha rechazado tu invitación, tienes un sitio libre y quieres aprovechar para que otro lo ocupe
En cualquiera de los dos casos, ni estoy aquí para que te dejes de sentir culpable, ni, desde luego, para rellenar huecos.
Por tanto, te he respondido con la mayor educación posible y toda la verdad: “Muchas gracias, pero no voy a poder ir”.

No puedo ir no porque esté ocupado, sino porque me lo prohíben mis creencias: Intento no ser hipócrita en demasía.
Si esto te molesta, lo lamento profundamente.

Espero que lo paséis muy bien en la boda, que sea para muchos años, y que tengáis los hijos que deseáis. En resumen: toda la felicidad del mundo.
"



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